La totalidad del universo
Sengyo van Leuven, Saint-Thierry – Mayo de 2015
Mantened los ojos abiertos. No sigáis vuestro deseo de dormir. Despertaos y estad totalmente presentes aquí y ahora. Para estar presente aquí y ahora, es preciso que no haya persona y ningún apego a un yo, a un pensamiento, a un concepto, a una expectativa… Olvidad todo eso. De pronto, el ser como debe ser, en ese momento aparece liberado. Liberarse siempre de los propios apegos, de las propias concepciones. ¡La vía de Buda no es una vía que lleve a la libertad! No hay objetivo proyectado en el futuro, pero es la vía de la liberación: cada instante liberarse completamente. Cada instante nacer, existir y morir. Vivir la propia vida es vivir de liberación en liberación, de instante en instante, no hay objetivo remoto, nada que alcanzar, nada que realizar; sólo actualizar el instante presente. Lo que se produce en la vida, los fenómenos, se producen cuando es el momento de que se produzcan. No es necesario oponerse a ellos o huir de ellos siguiendo los propios pensamientos.
Por supuesto que debemos distinguir entre lo que va a tener consecuencias positivas y negativas, nefastas; pero sabiendo que esas consecuencias no son positivas o negativas para siempre; son como son, y según la cultura y el tiempo, las apreciaciones cambian.
El practicante zen se abre completamente a la dimensión absoluta de los fenómenos casando en plena lucidez los aspectos relativos de esos mismos fenómenos. No hay que permanecer en la vacuidad de los fenómenos ni tampoco en un apego estrecho de la apreciación relativa de los fenómenos.
Si estamos demasiado en el dominio absoluto, demasiado en la dimensión de ku, de vacuidad, hay que volver a los fenómenos y comprender que esos fenómenos, las acciones que debemos realizar, las tareas, las reuniones, debemos cumplirlas completamente, al cien por cien, porque esos fenómenos, esas tareas, esas reuniones, son la totalidad del universo presente en este instante.
Así, en la educación zen, cada tarea tiene un valor completo e igual que todas las otras tareas, todas las otras funciones, todos los otros roles. Debemos cumplirlas lo mejor posible, aplicarnos en ellas y aplicándonos podemos olvidarnos de nosotros mismos y, por ello, realizar la verdadera naturaleza de nuestra existencia.
Escuchar los sonidos sin interpretarlos, sino como la totalidad del universo que produce un sonido. Igual que el joven Eno, que había de convertirse en el sexto patriarca en China, cuando estaba en el monasterio de su maestro. Oyó a dos monjes indios disputar sobre un mástil en el que había una bandera que ondeaba al viento. Uno decía: “Es el viento el que se mueve.” El otro decía: “No, es la bandera la que se mueve.” No se ponían de acuerdo. Al pasar, Eno oyó e intervino diciendo: “Es vuestra mente la que se mueve.”
Pero no quería decir que era la mente del reverendo X o del venerable Y la que se estaba moviendo, era la mente del universo entero la que se movía, que producía el golpear de la bandera en el mástil del monasterio. Era el momento, la totalidad.
Comprended por favor, que efectivamente no hay nada que perseguir: todo se produce cuando llega el momento. Dejad de hacer oposiciones, de plantearos cuestiones inútiles sobre “Yo, uno mismo… ¿por qué? ¿cómo?” Haced completamente lo que debéis hacer a cada instante, en armonía con el despertar original de todo el universo.
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