Vida, muerte, karma y reencarnación
P. ¿Si dejamos pasar todos los apegos, todas las ilusiones, qué es lo que dirige las acciones de los seres humanos y cuál es la diferencia entre la vida y la muerte?
R: Lo que dirige las acciones en ese momento es la compasión. El estado ideal que tu describes es muy raro. Abandonar todos los apegos es el ideal de nuestra práctica. Cuando el apego al propio ego disminuye, estamos más disponibles para los demás. Tenemos menos miedo de perder, se está menos concentrado en uno mismo, por lo tanto se puede ayudar a los demás. La compasión del bodhisattva no es solamente la ayuda humanitaria. Hay mucha compasión en este mundo, mucha gente consagra su vida a ayudar a los demás. Pero la ayuda que se puede aportar cuando se está en la vía de Buda es ayudar a los demás a liberarse de ellos mismos, de sus apegos y de las causas de sufrimiento. Es muy distinto de estar muerto. Pero es la muerte del ego. Mucha gente identifica el sentido de sus vidas con el simple hecho de ir detrás de algo, de alguna cosa, detrás de satisfacciones egoístas y para ellos no tener más deseos o apegos es estar muerto y se deprimen, tienen la impresión que sus vidas ya no tienen sentido.
Hay otro aspecto en dicha cuestión: el verdadero desapego es darse cuenta que no hay nadie a quien salvar. Es el punto esencial del Sutra del Diamante. Si un bodhisattva se imagina que hay seres a quienes salvar no es ya un bodhisattva porque eso significa que cree que hay todavía un ego en algún lado, que hay todavía alguien que salva y que hay alguien a quien se salva. El camino del desapego es darse cuenta de que no hay nadie que salva ni nadie a quien salvar. En ese momento cada uno puede ser verdaderamente liberado, más allá de uno mismo, más allá de la voluntad de ayudar, de salvar. Es la verdadera libertad. Eso no tiene nada que ver con la muerte. Es la verdadera vida, la vida de buda.
P. Le tengo miedo a la muerte, no solamente a la mía sino también a la de los demás. Puede ser un apego a la vida, una ilusión del ego, pero no veo cómo podría ser distinto. Todas las religiones tratan de dar una respuesta a la muerte. Se dice que se debe vivir el instante de la muerte como otro instante más, aquí y ahora. Entonces, no es tan dramático, ¿por qué tenemos tanta repulsión?, ¿es un mal chiste del orden cósmico?
R: ¡Todavía sería un chiste peor que la muerte no existiera! No se debe ver la muerte solamente en un plano negativo. La muerte quiere decir que nuestra vida presente es limitada y que no hay tiempo que perder. Cada instante es precioso, incluso el instante que precede a la muerte. La perspectiva de la muerte es el mayor estímulo para vivir lo más perfectamente posible. La pregunta que hay que hacerse es: « ¿Qué es la muerte »? A cada instante hay nacimiento y muerte. Nuestro ego es una construcción muy relativa y apegarse a él es ilusorio, no hay sustancia fija. Frente a esta realidad se puede realizar el despertar y sólo los seres humanos que practican la Vía pueden realizarlo. Se puede morir en un estado de despertar aceptando abandonar el ego. Es importante vivir con dicha conciencia de la muerte para convertirlo en un elemento liberador. No aceptar esa realidad es situarse en una consciencia ilusoria. Se puede vivir en esa visión angustiante o sino transformar ese miedo en fuente de revolución espiritual.
La pregunta fundamental es: « ¿Quién tiene miedo? » Es un excelente koan. El miedo a la muerte surge de nuestra propia imaginación. Nadie conoce la muerte. Lo único que conocemos es nuestra vida aquí y ahora, que tiene una consciencia, que tiene miedo de morir. Si nos damos cuenta de eso todo cambia. La confrontación con la muerte es el origen de la Vía de Buda, y además una práctica para vivir más libre. El budismo no es una religión para esconder la muerte sino para vivir nuestra vida plenamente aquí y ahora, para ser liberados de los renacimientos. Es una religión para la salvación que nos despierta de esta vida condicionada por el nacimiento y la muerte, que nos permite realizar un espíritu liberado aceptando la vida por la vida, la muerte por la muerte. La muerte no es nuestra enemiga sino una suerte.
P. Me gustaría saber cuál es la posición del zen respecto a la muerte física y cómo se llega a poder encarar las reencarnaciones, el karma?
R. La reencarnación es una creencia muy extendida no solamente en el zen o en el budismo sino en todo oriente y está ligada a la observación de que nada llega por casualidad, que nuestra existencia se inserta en una red de interdependencia y por lo tanto de causalidad. Esta causalidad no se detiene con la muerte; es la idea de que los actos que hicimos deben necesariamente producir efectos. Si dichos efectos no se han desarrollado en esta vida, entonces las causas que sembramos deberán germinar en una existencia posterior. Evidentemente la pregunta a hacerse es con respecto a la vacuidad del ego. Si decimos que no hay ego substancial, ¿cuál es el soporte que continúa de una existencia a la otra y que recibirá la retribución del karma?
La mejor respuesta que se le puede dar a esta difícil pregunta es decir que finalmente lo que se reencarna, lo que renace, no es un ego, es sencillamente la continuación del karma. De todas maneras no me interesa tanto tratar de resolver ese tipo de problema. Lo que me interesa y me parece más interesante para los que practican zazen es cómo nos encarnamos, cómo me encarno de instante en instante, qué karma creo de instante en instante. En cuanto a los resultados, pienso que habrá resultados y estoy absolutamente preparado para asumir dicha responsabilidad, pero no calculo. Trato de practicar lo que es justo a cada instante sin preocuparme del resultado; aceptando que habrá un resultado, pero que no es el móvil de mi acción. El móvil es vivir de la manera más justa posible en armonía con lo que comprendo de la existencia. El resultado es simultáneo a la acción y es verdaderamente el aquí y ahora que es importante para mí. Si aquí y ahora estoy en la avidez, si quiero atrapar algo, el resultado de este estado mental es hacerme sufrir, es estar en el estado de lo que se llama gaki, sentir que me falta algo, no estar centrado. El resultado es inmediato, ¿no
es cierto? Soy instante a instante lo que actualizo.
P. Si el espíritu sin mácula se realiza, ¿dónde puede existir el karma?
R. En el espíritu sin mancha no se crea nuevo karma. Dicho espíritu sin mancha es el momento en que practicamos zazen pero eso no impide que el karma pasado aparezca durante zazen en forma de huella, de recuerdo, de acción pasada, de algo que va a emerger en la consciencia. Si ello ocurre en el momento en que estamos en un espíritu sin mancha, sólo lo vemos y lo dejamos pasar. El karma pasado no tendrá asidero pues dicho espíritu no se deja arrastrar.
Es por lo tanto un momento liberador en donde nuestros condicionamientos pasados se desatan, donde las cosas encuentran el juego de la libertad, pues justamente uno no se adhiere a algo, no hay acción, no se hace nada, no estamos para iniciar una acción. Hasta tal punto no se hace nada que ni siquiera se hace zazen, no estamos en el « hacer zazen » sino más bien en el « dejar hacer zazen ». Pero no se debe creer sin embargo que el karma pasado esté abolido definitivamente. Sencillamente la experiencia durante zazen de dicho estado sin mácula, más allá de nuestros condicionamientos pasados, tiene el mérito de darnos más espacio en nuestra vida. Hay algo que se desanuda e incluso si nuestro karma pasado no es abolido completamente (creer en su abolición es una ilusión), se es menos tributario, se está menos condicionado pues se experimenta una dimensión que existe más allá del karma.
P. Pero venir al mundo, ¿no es ya un karma?
R: De acuerdo con la enseñanza tradicional es el resultado de un karma pasado pero puede también ser el resultado de un buen karma. Por ejemplo los votos del bodhisattva son una intención de obrar para ayudar a todos los seres a resolver su sufrimiento. Dichos votos del bodhisattva llevan ipso facto la intención y la acción de reencarnarse hasta el fin de los tiempos. Se puede decir que son portadores de un karma, es un karma positivo. Como decía el Maestro Deshimaru es la diferencia entre caerse al agua y tirarse al agua. Uno se cae al agua por la fuerza de su karma, un karma frecuentemente negativo y sin dominio que nos lleva automáticamente a un modo de funcionamiento en el que no se es libre. Al contrario, tirarse al agua en un momento dado, es tomar conciencia de la situación global, la suya, aquella de todos los seres que sufren y elegir no retirarse a una especie de nirvana, sino al contrario, elegir quedarse en este mundo de fenómenos en donde el karma existe y ayudar a cada uno a liberarse de dicho karma.
Para ello hay que aceptar quedarse en contacto con las manchas del karma, no sólo el karma de los demás, de la sociedad en que vivimos, sino también de su propio karma. Esto va en contra del espíritu del Hinayana que es de purificarse totalmente de todo apego hasta el punto de no reencarnarse, de no tener ninguna causa de existencia. El bodhisattva acepta permanecer en contacto con el karma, con el suyo y con el karma de los demás para obrar un trabajo de transformación.
P. Ciertas personas niegan la existencia del karma, ¿qué piensas?
R: Negar el karma con el pretexto que todo es vacuidad es totalmente irreal e incluso peligroso. Creo que es, al contrario, muy importante observar que nadie escapa a la ley del karma y por lo tanto que nuestras acciones, nuestras palabras e incluso nuestros pensamientos tienen consecuencias : « los frutos del karma », y a partir de ello aprender cada vez más a dominar la propia vida, a estar atentos y conscientes a las consecuencias de lo que hacemos, de lo que decimos, de lo que pensamos, de forma que tengamos un pensamiento, una acción, una palabra más benéfica alrededor de nosotros, que no engendremos sufrimiento a nuestro alrededor siendo irresponsables e ignorando la ley del karma. Dogen decía: « Quien ignora el karma, la causalidad, no ha dado ni siquiera el primer paso que le permita entrar en la Vía ».
El mismo Buda cuenta la historia de su despertar la noche que realizó el satori, lo primero de lo que tuvo conciencia fue del karma. Por el contrario, puede pasar que aquellos que estudian su karma, refuercen el ego, tomando al karma como una marca de fábrica, un tipo de justificación del ego. El karma es vacuidad y el ego es vacuidad. Es la comprensión última, la que cura todos los sentimientos de culpa, de apego.
Dogen observó los dos puntos de vista y habló de ello en dos capítulos del Shobogenzo. En el Shin Jin Inga habla de la causalidad kármica y cuenta la historia del zorro de Hyakujo y en el Dai Shu Gyo les enseña a los monjes el punto de vista absoluto. Hay que considerar los dos puntos de vista: el de ku (la vacuidad) y también el de shiki (los fenómenos). Nagarjuna lo comprendió muy bien haciendo la distinción entre verdad absoluta y verdad relativa. No se debe ver solamente uno de los dos aspectos, sino abarcar los dos puntos de vista según los diferentes momentos.
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