Por el planeta
Artículo de Roland Yuno Rech
¿Qué don, qué fuse, podemos hacer por el planeta?
Uno de los primeros aspectos del fuse, es controlar nuestra avidez y por lo tanto entender que lo que desencadena la avidez, es la frustración, el sentimiento de que nos falta algo que podríamos adquirir y que nos volvería más satisfechos, más felices.
¿Qué es lo que nos falta, que hace que estemos siempre buscando algo que pueda aportarnos satisfacción? La fuente de la avidez, es el hecho de no comprender que, en el fondo, estamos en unidad con la naturaleza y el entorno. Pues, en realidad, no nos falta nada. Si comprendemos esta unidad, no tenemos necesidad de colmar, sin cesar, una falta de satisfacción. Y lo que ayuda a tener esta percepción de nuestra no separación de la naturaleza y el entorno, es la práctica de la meditación.
Hay una expresión del maestro Dogen a propósito del fuse: “Dejar las flores al viento,” es decir, dejar las flores a la contemplación de los otros, no cogerlas.
La práctica del fuse, del don, es también sentir gratitud de haber recibido la vida y, darse cuenta de que esta vida es preciosa y actuar de manera que sea útil a los otros.
También deseamos utilizar el tiempo que tenemos para vivir para hacernos útiles a la vida en esta tierra. Nuestro fuse va a ser comprometernos con todo lo que permita proteger la naturaleza y hacer la vida sobre la tierra viable.
Los preceptos del Zen son recomendaciones para llevar una vida despierta. Si practicamos profundamente zazen, no deberíamos tener necesidad de los preceptos, pues la práctica nos despierta a nuestra total interdependencia con todos los seres. Pero, el problema es que estamos condicionados por nuestra historia y nuestro entorno. No estamos siempre despiertos y así, necesitamos recordarnos las recomendaciones de Buda:
“No matar”
Este precepto, no es sólo no matar a un ser vivo, sino que, es también, reducir todo lo que hace que a través de nuestro consumo, nuestra manera de circular o de calentarnos, contribuya a la muerte de un gran número de seres vivos. Particularmente el hecho de que la contaminación crea enfermedades y el calentamiento climático vuelva la vida imposible en un cierto número de regiones… y esto será cada vez peor.
Así, si queremos proteger la vida, es preciso reflexionar en la interdependencia, analizar todas las consecuencias que implica nuestra forma de vivir y especialmente nuestro consumo. Informarse, estudiar de verdad las cosas que hay que evitar hacer. Finalmente, esto quiere decir desarrollar nuestra sabiduría, nuestra comprensión de la interdependencia.
“No ser ávido”
Para no ser ávido, es preciso estar satisfecho, es decir, ser capa de contentarse contentarnos con lo que tenemos y con lo que somos. Para ello, es preciso despertarnos a lo que somos de verdad. Ese es el punto fundamental.
Vivimos en un mundo dominado por el tener: tener más dinero, bienes materiales, poder, influencia. Por ejemplo, recopilamos "me gusta" en Internet y los llamados "amigos" en las redes sociales. Deseamos tener siempre más, como si tuviéramos miedo de no ser nada si no poseyéramos muchas cosas.
Como decía Kodo Sawaki, la práctica nos enseña, no a querer ganar, sino a soltar presa, a apercibirnos de que perder algo no es forzosamente una pérdida, sino la ocasión de darnos cuente de que realmente no teníamos necesidad de ello.
Shakyamuni nació en una familia poderosa, rica, y cuando despertó, se dio cuenta de que vivir rodeado de muchas posesiones era un obstáculo para la Vía espiritual. Como muchos religiosos, hizo voto de pobreza.
Generalmente, consideramos que es importante aumentar nuestro nivel de vida. Hay una especie de "religión de crecimiento" y la gente que elabora programas políticos para el futuro pone el crecimiento como una de los primeros objetivos. Evidentemente el crecimiento ofrece empleo, pero, ¿qué tipo de crecimiento?
También es posible generar empleo con actividades que no aumenten la cantidad de material, sino la calidad de vida. Pues el crecimiento material también es un factor importante de polución
A veces, también se me suele preguntar si no corremos el riesgo de estar ávidos por el despertar. Pero desear despertarse es un voto generoso. Cuando hablamos de avidez, hablamos de algo egoísta. Despertar de verdad, es lo que remedia el egoísmo y, por tanto, la avidez. El deseo de Despertar, bodaishin, es un deseo generoso. Se trata de Despertar al no ego. No podemos despertar a ser egoístas, es imposible. Si deseamos despertarnos es por el bien de todos los seres, es para que nuestra vida irradie alrededor de nosotros por el compartir de lo que hemos realizado. Evidentemente, en un primer momento, está el deseo de despertar para terminar con el sufrimiento. Pero, a partir del momento en el que nos comprometemos, de verdad, con la práctica, ya no podemos despertarnos solos porque, despertar es tomar conciencia de nuestra unidad con todos los seres. Cuanto más despiertos estamos, más compasión tenemos y más deseamos ayudar a todos los seres.
Hay un sufrimiento del Bodhisattva que sentimos cuando nos preguntamos: “¿Cómo ayudar a todos los seres a despertar?” Esto, parece ser una misión imposible y puede convertirse en causa de sufrimiento. Pero, creo que es preciso correr el riesgo de ese sufrimiento, pues finalmente es estimulante.
Algunos piensan: “Básicamente, está hecho, es demasiado tarde; hemos provocado ya tantos daños al planeta que, hagamos lo que hagamos, jamás podremos reparar el mal que se ha hecho, el cambio climático ya está fuera de nuestro control.” Pero todos los sentimientos de desánimo conducen a una actitud nihilista: “Esto no sirve para nada, es demasiado tarde, no podemos hacer nada.” La tarea parece tan inmensa que parece que no merece la pena intentar hacer esfuerzos para despertar a los otros. Pero, aunque parezca extremadamente difícil, no hay nada mejor que hacer que continuar en esa dirección. Y es el remedio contra el desánimo, pues toda otra actitud sería peor.
Esta es una cuestión muy importante, pues mucha gente tiene dudas con respecto a ello. Es difícil ser mushotoku. En realidad, es falso que practiquemos sin objetivo, pero es preciso practicar con el objetivo más generoso posible. Es bodaishin que implica la gran compasión. Practicamos para ser capaces de ayudar a los seres, siendo un ejemplo que les anima a entrar en la Vía.
Y, aunque esto requiera mucho esfuerzo, también procura mucho gozo el compartir con los seres lo que de más valor hay en la vida. Hay, en el fondo, mucha tristeza en ser egoísta, avaro y vivir en el miedo a la pérdida o a no obtener lo que deseamos.
Cuando le pregunté al Maestro Deshimaru sobre bodaishin y mushotoku, su respuesta fue instantánea: “Practicamos para los otros.” Y es la razón por la que al fin de cada práctica de zazen cantamos los cuatro Votos del Bodhisattva.
En el fondo, todas las religiones han criticado el egoísmo y han animado la compasión, el amor desinteresado de los otros y la protección de la vida. Creo que está casi enraizado en la mente humana básica. En cada uno de nosotros está la naturaleza de Buda, y eso es lo que se expresa en este tipo de verdad casi universal. El problema es que, aunque todo el mundo esté, en el fondo, de acuerdo con esto, nos cuesta ponerlo en práctica.
¿Qué es lo que nos impide practicar las paramita? Debería ser obvio, pero hay obstáculos y en el fondo, nuestra práctica consiste en disminuir esos obstáculos.
“No intoxicarse”
Es un precepto fundamental con respecto a la ecología. Pero también significa que todo lo que se produce sea sano para el consumo, pero todos estamos intoxicados, más o menos, por el alimento, la polución que producimos para calentarnos, al desplazarnos.
El pensamiento también está intoxicado. Una causa es la publicidad, que es la más tóxica posible. Constantemente somos bombardeados por mensajes que nos incitan a consumir cosas totalmente inútiles. Es preciso, pues, tener una mente crítica ante estos mensajes que recibimos constantemente y transmitir este espíritu crítico a los niños, que son extremadamente permeables y que tienen tendencia a funcionar en la imitación de lo que ven.
Por tanto, para no intoxicarse la mente, no hay que producir productos tóxicos en nuestros actos, en nuestras formas de consumir, de alojarnos, de desplazarnos. Es lo que hace interesante la vida cotidiana, porque debemos estar constantemente vigilantes y plenamente conscientes de las consecuencias de nuestros actos.
“No montar en cólera”
Este es un gran precepto, pues hay que evitar la violencia. Pero, hoy en día, es preciso montar en cólera ante los errores que son cometidos en detrimento del entorno. Hay una “santa cólera” que es necesaria, pero no debe engendrar violencia.
Hay que poder transformar, rápidamente, la cólera en acción positiva. Ella debe dar la energía para examinar lo que realmente está sucediendo y buscar soluciones positivas.
“No mentir”
El Precepto de “no mentir”, es también no mentirse a sí mismo. Es decir, no justificarse y no hacer lo que no debería hacerse. Y, sobre todo, no mentir, es tratar de vivir de manera auténtica, tratar de vivir en armonía con nuestra verdadera naturaleza de Buda.
“No criticar”
Hay cosas criticables que hay que criticar. En los Preceptos, se trata de no criticar a los otros con el fin de rebasarlos.
En conclusión, si es zazen quien guía nuestra vida, no podemos crear sufrimiento, no podemos más que desear contribuir al bienestar de todos los seres, empezando por vivir de manera ecológica.
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